De la nada
A veces, de la nada, grito tu nombre súbitamente; lo grito de pronto como si fuera una oración, un canto, un rezo que me diera calma y protección. Te nombro no sólo con la voz, sino con el pensamiento y el corazón, grito tu nombre tan solo para poder escucharlo, aunque no provenga de ti, te grito imaginando que te susurras a mi oído dándome calma, dándome tus manos y tu alma para abrazarla. A veces, de la nada, grito tu nombre porque eres mi canto, mi rezo, mi oración.